Siempre me he preguntado por qué la actuación de Javier Bardem en "No Country for Old Men" fue brillante, mientras que la mayoría de sus otras actuaciones fueron mediocres. Ahora lo sé: no estaba actuando allí, solo estaba interpretando a sí mismo, un psicópata que disfruta del asesinato en masa de personas inocentes. Por eso se sentía tan auténtico.