Odiar es fácil, perdonar es difícil. He estado reflexionando mucho sobre el discurso de Erika Kirk. Cuando perdonamos, incluso las acciones más horrendas, estamos entregando nuestro odio y amargura. Es un amor que nadie gana o merece. Este tipo de perdón no tiene sentido para el mundo. Confiamos en que Dios se encargue de las consecuencias.