La presentación de cargos por delitos graves basados en una declaración de hace cinco años ante el Congreso, contra un hombre que Trump ha identificado como uno de sus principales enemigos políticos, subraya hasta qué punto Trump ha hecho añicos la norma posterior al Watergate de que el Departamento de Justicia operaría de manera independiente de la Casa Blanca en asuntos criminales. Trump no solo ha puesto fin a esa tradición, sino que ha doblegado al Departamento de Justicia a su voluntad, despidiendo a fiscales y agentes del FBI que no le gustan a sus seguidores, silenciando casos criminales políticamente inconvenientes y presionando para que se realicen investigaciones criminales contra sus adversarios.