Nací con una discapacidad en una familia pobre. Pero también nací en una sociedad que tiene atención médica gratuita, escuelas gratuitas y acceso a beneficios sociales y apoyo financiero. En algunas sociedades, mi inicio habría determinado dónde terminaría. Pero gracias al apoyo social que recibí, pude crecer, aprender, participar y, en última instancia, contribuir de nuevo. La pobreza no es un pecado. Es una trampa. Y podemos elegir ayudar a las personas a salir o dejarlas atrapadas durante generaciones.