He observado a hombres en túnicas de seda emitir órdenes que resuenan en pasillos vacíos, mientras una abuela con manos de panadero habla una vez y tres generaciones se mueven como un solo cuerpo. Este es el secreto que no te enseñan: la autoridad se cultiva en un suelo regado por años de pequeñas misericordias, y la mujer que te alimentó cuando tenías hambre posee una parte de tu alma que ningún contrato puede comprar, ninguna amenaza puede romper. El poder vive en la deuda de gratitud, y quien aligera el sufrimiento de los demás tiene más dominio que quien hace que su propio nombre suene más fuerte.