La temporada de lluvias nunca nos enseña a escondernos, sino a reconocer que somos un río que fluye. Cada lágrima que acumulas, al final te llevará a nuevas corrientes. Cada frío que soportas, se convertirá en una percepción más aguda del calor. Cuando un día estés bajo un cielo despejado y exprimas el dobladillo de tu ropa, escucharás cómo todos los recuerdos húmedos se evaporan en nubes entre tus dedos. Seguirán cayendo lluvias, pero ya no empaparán al tú de ahora.