Dios te dio manos, tierra y semillas y se las diste a las corporaciones, luego te preguntaste por qué tus oraciones saben a plástico. No puedes subcontratar tu mortalidad a Monsanto y esperar mantener tu alma, la boca que solo come lo que los demonios plantaron no habla ningún idioma que el cielo reconozca. La tierra reclamará lo que te negaste a cuidar.