Las mujeres no entienden que, sin importar cómo se críe a los chicos para amar, respetar y proteger a las mujeres, esas lecciones eventualmente serán puestas a prueba por experiencias de la vida real. Cuando lo que se les enseñó a los hombres no se alinea con cómo son tratados por las mujeres en la adultez, comienza a formarse resentimiento. Con el tiempo, experiencias negativas repetidas pueden endurecer actitudes y, en algunos casos, empujar a los hombres a volverse amargados... no porque fueron criados así, sino por lo que vivieron. Mucho antes de que existiera las redes sociales, los hombres mayores... tíos, abuelos y padres... transmitían lecciones a los hombres más jóvenes basadas en lo que ellos mismos habían observado y soportado en las relaciones. Estas enseñanzas no provenían del odio, sino de la experiencia y la precaución. A lo largo de los siglos, culturas, razas y sociedades, patrones similares se han repetido. Las madres a menudo han sido cautelosas o hostiles hacia sus nueras, no por propaganda o influencia moderna, sino por desconfianza arraigada en la experiencia. La incómoda verdad es que los hombres eventualmente dejarán de escuchar lo que se les dice y comenzarán a creer lo que experimentan. Puedes enseñar ideales todo el día, pero la realidad vivida siempre tendrá la última palabra. Los chicos ajustarán sus creencias de manera natural según sus propias experiencias con el mundo.