Hay una ideología que ha ido creciendo constantemente en este país que odia todo lo que es bueno, justo y hermoso y celebra todo lo que está deformado, retorcido y depravado. Es una ideología en guerra con la familia y la naturaleza. Es envidioso, malicioso y desalmado. Es una ideología que mira a la familia perfecta con rabia amarga mientras abraza al criminal en serie con tierna calidez. Sus adherentes se organizan constantemente para derribar y destruir toda marca de gracia y belleza mientras levantan todo lo monstruoso y sucio. Es una ideología que conduce, siempre, inevitable y deliberadamente, a la violencia: violencia contra aquellos que defienden el orden, que defienden la fe, que defienden la familia, que defienden todo lo que es noble y virtuoso en este mundo. Es una ideología cuyo único hilo conductor es la insaciable sed de destrucción. Vemos el funcionamiento de esta ideología en cada publicación en línea que aplaude el malvado asesinato que cruelmente le robó a esta nación a uno de sus hombres más grandes. Publicaciones de aquellos en posiciones de autoridad institucional (educadores, trabajadores de la salud, terapeutas, empleados del gobierno) que se deleitan con lo vil y lo siniestro con el regocijo más escalofriante. El destino de millones depende de la derrota de esta ideología malvada. El destino de nuestros hijos, nuestra sociedad, nuestra civilización depende de ello. Ahora nos dedicamos, con amor y determinación inquebrantable, a terminar el trabajo indispensable al que Charlie dedicó valientemente su vida y dio su última medida de devoción.