Un padre puede perder amigos. Puede ser malinterpretado por su propia familia. Puede llevar el peso de las críticas y aún así dormir bien por la noche. ¿Por qué? Porque su misión no es ser del agrado de la multitud. Su misión es ser respetado, confiado y amado por la audiencia más importante de su vida. Sus hijos. Un día, esos niños mirarán hacia atrás y se darán cuenta de por qué papá dijo 'no' cuando todos los demás dijeron 'sí'. Por qué se mantuvo firme cuando hubiera sido más fácil doblarse. Por qué tomó el camino largo, incluso cuando el corto parecía tentador. El éxito de un padre no se mide por los aplausos. Se mide por lo que se convierten sus hijos. Por cuánto buscan su compañía cuando ya no lo necesitan. Y por los nietos que llevan adelante su legado.