Crecimos en un entorno que fomenta la competencia desde pequeños, donde una persona excelente es aquella que derrota a los demás y se convierte en la primera. En la escuela competíamos por las calificaciones, por las universidades; en el trabajo competíamos por los salarios, por los puestos; al casarnos competíamos por las parejas, por los hijos; al invertir, competíamos por el tamaño del capital, por los grandes resultados. Nunca me pregunté a mí mismo qué tipo de vida me gusta. No estoy diciendo que la poesía y el horizonte sean lo que todos quieren, ni que montar a caballo, esquiar o surfear sean los deseos de todos. Por ejemplo, yo he estado en muchos lugares del mundo, he probado muchas industrias, he practicado varios deportes como principiante, pero lo que más me gusta es simplemente caminar, hacer ejercicio ligero, pensar, leer, comer bien y vivir cómodamente. Así de poco impresionante, ¿y qué? Una vez que vuelves a preguntarte qué tipo de vida te gusta, muchas preocupaciones desaparecen. El día que mueras, a nadie le importará si tu cuenta era a8a9 o a10.
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