Cuando surge una nueva tecnología revolucionaria, un error común es simplemente pensar en replicar procesos antiguos en el nuevo medio sin repensarlos. Esto ocurrió durante los primeros días de Internet, cuando muchas empresas copiaron modelos offline en línea, lo que llevó a prácticas insostenibles y, eventualmente, al colapso de las puntocom. No deberíamos repetir ese patrón con blockchain, aunque la historia sugiere que tales errores son a menudo parte de la curva de aprendizaje hacia aplicaciones más significativas. Los modelos que perduran no son aquellos que imitan el pasado, sino aquellos que reimaginan industrias, reingenierizan procesos y permiten posibilidades completamente nuevas que de otro modo no podrían existir. Ahí es donde se encuentran los verdaderos avances: cuando la tecnología no es solo una superposición, sino una reinvención. En el caso de blockchain, la velocidad y los ahorros de costos superficiales a menudo se presentan como ventajas clave. Pero esto es engañoso. Las bases de datos siempre serán más rápidas, y la velocidad no es lo que hace que las blockchains sean valiosas. Su característica definitoria es la coordinación sin confianza, el estado verificable, nuevos diseños de mecanismos y la habilitación de sistemas que ningún actor único controla. Cuando las blockchains se tratan solo como martillos más rápidos en busca de clavos, los resultados son superficiales. Cuando se utilizan para construir lo que antes era imposible, pueden remodelar industrias y perdurar como infraestructura fundamental.