Cruzar el umbral en O’Farrell Street y entrar en el Great American Music Hall es como retroceder en el tiempo. Es una "caja de joyas", una cápsula del tiempo del diseño de la era eduardiana y un reflejo de los días de la Costa Barbary de San Francisco: la encarnación de la elegancia y la notoriedad. Puede que hayas visto a una banda de cumbia-punk mexicana, burlesque al son de David Bowie, o incluso presenciado una de las últimas actuaciones de Prince antes de su fallecimiento.