La declaración de Ilya pinta una imagen más oscura de Sam Altman de lo que nadie quería creer, un memorando de 52 páginas que lo acusa de mentir, socavar a los ejecutivos, enfrentar a las personas entre sí. Es feo. Y sin embargo... sin el desafío de Sam a los puristas de la seguridad, no tendríamos modelos de razonamiento, GPT-5 o sistemas agénticos en la naturaleza. Esa es la paradoja enloquecedora de la empresa más poderosa de la IA: Sam puede torcer la verdad, pero también tergiversa la realidad. Ilya puede guardar la verdad, pero ralentiza la realidad. OpenAI nació de esta colisión, visión versus precaución, carisma versus conciencia. Y en algún lugar entre esas dos fuerzas, el futuro de la inteligencia todavía está tratando de decidir en quién confiar.