En los últimos 50 años, los trenes han duplicado sus velocidades máximas de 200 km/h a 400. Al mismo tiempo, los aviones comerciales han bajado de 2.000 a 800. Todo porque algunos legisladores decidieron prohibir los vuelos supersónicos porque eran ruidosos en lugar de prohibir las peleas ruidosas.
Si hubiera incentivos correctos, ya habríamos tenido vuelos supersónicos menos ruidosos. Me preocupa todos los días que algunas regulaciones estúpidas puedan frenar mucha innovación técnica.
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