Estoy empezando a creer que muchos emprendedores de alto rendimiento están impulsados por la misma herida: un niño interior que nunca fue suficiente, que aprendió a buscar amor a través del logro. Mi propio yo más joven, especialmente la versión de mí que cometió errores en mis 20, lo he estado castigando durante años. Empujándolo, presionándolo, diciéndole que tiene que ganarse su valor. Recientemente comencé a sanar esa parte. Le dije que finalmente puede relajarse. Pero ahora estoy atrapado con una extraña pregunta: si ya no estoy empujando a ese niño... ¿cómo trabajo? ¿Cómo creo sin convertir la auto-presión en combustible? Estoy tratando de aprender a construir desde la libertad y la amplitud, no desde el auto-castigo. Es increíblemente difícil, pero tengo la sensación de que ahí es donde vive mi mejor trabajo.