Recuerdo cuando noté por primera vez que esto se había puesto en marcha hace tal vez una docena de años: pequeñas elisiones y juegos de palabras, destellos de celo moral, narcisismo y autoestima. (2013-2015) Luego cobró fuerza y se convirtió en un evento cultural principal, las instituciones se subieron a bordo, las cancelaciones, los pánicos en toda la sociedad, los grandes espectáculos públicos. (2016-2019) Y luego alcanzó su cúspide durante COVID después de la muerte de George Floyd cuando todas las instituciones se alinearon en lo que fue un esfuerzo fundamentalmente totalitario para saturar ideológicamente y regimentar no solo la vida pública sino también los espacios sociales privados. (2020-2023) Y ahora, bajo el peso de las consecuencias de esa manía -la corrupción, el cinismo, las estafas, los delirios, la locura y la incompetencia, y las enfermedades mentales endémicas- todo se está derrumbando en galimatías, incredulidad, negaciones paranoicas y espectáculos de violencia esquizosa. Sin embargo, creo que todavía queda mucho camino por recorrer antes de que las cosas se quemen por completo. Hay descargas psicóticas más pequeñas que son inevitables y que serán mucho menos predecibles (aunque solo sea por la omnipresente locura de alto grado que ahora está en funcionamiento) que aún podrían ser bastante importantes.