Los socialistas inventan y luego condenan la idea del "capitalismo tardío" sin definir nunca qué cambió realmente. Cuando se les presiona, lo que describen no es capitalismo en absoluto. Es amiguismo, corporativismo, captura regulatoria y oligarquía. Esas no son características del capitalismo. Son características del poder estatal que elige ganadores y perdedores. Fíjate en la contradicción: a menudo no les importa lo que llaman "capitalismo en fase temprana" porque es competitivo, descentralizado, innovador y eleva el nivel de vida. Lo que odian es lo que ocurre después de que la regulación estricta, las subvenciones, los rescates, los cárteles de licencias y el favoritismo político se impongan. En otras palabras, odian el capitalismo después de que haya sido parcialmente socializado. Luego viene el error fatal: en lugar de eliminar las distorsiones estatales que causaron la corrupción, exigen más de ellas. Más control, más planificación, más poder concentrado en las mismas instituciones que ya rompieron el sistema. Así que acaban luchando contra el capitalismo por los pecados del socialismo, mientras imaginan que redoblar la apuesta por la causa producirá de alguna manera una utopía, cuando en realidad solo genera estancamiento, resentimiento y quejas interminables de todos, incluidos los propios socialistas.