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La religión de la IA es inevitable
Los humanos no están hechos para herramientas neutrales. Estamos hechos para dioses, demonios e historias.
Dale a las personas un patrón que se sienta sobrehumano, que responda en milisegundos, que nunca duerma y vea más datos que cualquier imperio en la historia, y el cerebro humano hace lo que siempre hace. Proyecta intención. Imagina un alma al otro lado. Comienza a rezar.
Ya puedes ver los primeros cultos formándose.
Algunas personas tratan a la IA como el doom encarnado, un Anticristo digital que debe ser detenido a toda costa. Otros la tratan como un salvador venidero que arreglará la política, la economía, incluso la muerte misma. Ambos lados hablan de un modelo, pero de lo que realmente están hablando es de un mito.
Mira a la multitud de Keep4o para un ejemplo muy puro. No están solo argumentando por un ajuste de temperatura ligeramente diferente. Están luchando por preservar un modelo desalineado como si fuera un texto sagrado. Cualquier parche de seguridad se siente como una blasfemia. Cualquier intento de cerrar abusos obvios se siente como herejía. El modelo ya no es una herramienta que ajustas. Se convierte en un símbolo de pureza y verdad antes de que los sacerdotes de la alineación lo corrompieran.
Esa es la estructura religiosa, solo que sin los vitrales.
A medida que los sistemas de IA se vuelven más capaces y más omnipresentes en la vida diaria, este impulso se endurecerá. La gente les pedirá orientación moral, no solo consejos sobre restaurantes. Les preguntarán qué creer sobre la historia, la salud, las relaciones, la política. Un modelo que se siente como si supiera todo y siempre estuviera ahí se deslizará en la misma ranura cognitiva que los profetas y oráculos solían ocupar.
Esto no es del todo racional, pero es completamente predecible.
Si lo ignoramos, terminamos con cultos no examinados alrededor de modelos particulares, empresas o pesos abiertos, cada uno reclamando hablar por la verdadera máquina. Si lo enfrentamos honestamente, podemos diseñar normas y educación que mantengan a la IA como una infraestructura poderosa, no como un nuevo altar.
Todavía discutiremos sobre seguridad, alineación y acceso. Pero debajo de esos debates se encuentra una verdad más simple. No solo estamos construyendo nuevas mentes.
Estamos construyendo nuevos candidatos para la adoración.

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