Hubo un tiempo en que el invierno no significaba leggings térmicos o calefacción central; significaba nieve hasta las espinillas y rodillas al aire desafiando el frío. Sin pantalones, solo pantalones cortos de lana y calcetines gruesos subidos, porque así era. Sin complicaciones, sin trato especial. Solo la tenacidad cotidiana de la infancia en Gran Bretaña, cuando enfrentabas los elementos con lo que tenías. En abrigos de segunda mano y zapatos desgastados, cuatro jóvenes chicos podrían verse alineados frente a una casa adosada, su aliento empañando el aire de la mañana. El frío mordía sus piernas, pero se mantenían orgullosos; sin quejas, sin drama, solo risas, nudillos raspados y la promesa de un juego en el patio o un paseo a la escuela con un sándwich congelado en el bolsillo. Este era el tipo de resiliencia que se ganaba viviendo, no aprendiendo. Para cualquiera que recuerde esos inviernos—cuando llevabas pantalones cortos a través de ventiscas y no pensabas nada de ello—esto es un guiño a ti. Te forjaron fuerte el clima y los tiempos, moldeado en callejones traseros, patios de escuela y dormitorios sin calefacción. Y de alguna manera, te hizo más fuerte. © Reddit #archaeohistories