Creo que por fin ha llegado el momento de decir la verdad. Volé a Tailandia este verano. Nada se sentía raro. Estaba trabajando, relajándome, explorando. Sobre todo alrededor de Patong, el lugar donde las noches nunca terminan y donde las líneas entre las personas se vuelven borrosas. Normalmente me desplomo pronto, cada día es un ciclo de trabajo pesado para mí. Pero esa noche algo me mantuvo despierto. Así que salí directo a la calle de la fiesta. caminando por ella... turistas borrachos y quemados por el sol terminando sus cócteles. las chicas que llamaban para clientes ya parecían cansadas. Otra noche, sin suficiente dinero, al jefe no le va a gustar. Seguí avanzando, y de repente escuché una voz familiar. Un turista de Londres que conocimos en la playa días antes. Gritaba mi nombre, saludando. parecía agotado, pero sonriendo como si acabara de ver a la familia. Me acerqué y saludé. Una chica se acercó a él, le abrazó, pero los rasgos faciales eran... diferente. Su sonrisa desapareció al instante. Se inclinó y me susurró al oído: Una moneda puede cambiarte la vida. Me desperté....