La nieve cae como un millón de pequeños reflectores y muestra la forma y el contorno de la luz, le da al aire, una vez delgado, tal volumen y lo hace lo suficientemente frío como para cortarlo. Puedes sentirlo presionar contra tu piel y es una buena sensación si decides que lo es. Siento que año tras año hay menos y menos. Nieve, me refiero. Aún hace frío y el sol aún se pone antes de la cena. Me gusta cómo el frío hace que las habitaciones cálidas sean aún más cálidas. Me gustan los golpes de los radiadores y las chimeneas de leña, aunque hay menos de esas, cada año, también. Está bien, supongo, las cosas cambian y cambian de nuevo, esa cualidad eterna no está reservada solo para las estaciones, las cosas que atesoras están sujetas a las mismas fuerzas y se marchitan, se secan y vuelan rodando, dejando fragmentos que florecen en cosas nuevas y variadas. Nuevas cosas para atesorar y calentar y soplar calor hacia adentro y desde ese calor puedes mirar a través del cristal empañado por la escarcha y ver la forma y el contorno de la luz de nuevo y recordar la delgada manta fría de aire. Espero que nieve mucho este año.