América no es capitalismo laissez-faire. Es una economía mixta donde el poder político se utiliza constantemente para distorsionar los mercados, elegir ganadores, proteger fracasos y cartelizar industrias. Muchas injusticias reales y concentraciones de poder provienen de esa interferencia política, no del intercambio libre. Pero ahí es donde el argumento de Robert Reich colapsa. No se opone al poder. Se opone a quién lo tiene. Denuncia la "riqueza concentrada" mientras exige la institución más concentrada que se pueda imaginar: un gobierno con la autoridad para incautar, redistribuir, regular y ordenar a voluntad. No quiere menos poder en la economía. Quiere más poder en la política, ejercido por personas que comparten sus preferencias. Cuando las corporaciones hacen lobby al estado, Reich lo llama corrupción. Cuando él hace lobby al estado para controlar a las corporaciones, lo llama democracia. Eso no es oposición al dominio de las élites. Es una demanda para reemplazar a una élite por otra y para colocarse a sí mismo y a sus aliados más cerca de las palancas. Un mercado genuinamente libre dispersa el poder porque obliga a la persuasión en lugar de la coerción. Solo obtienes riqueza sirviendo a otros de manera voluntaria. Los sistemas políticos concentran el poder porque reemplazan el consentimiento con el mandato.