Preocupado por perder el acceso al puerto de Nueva Orleans, en 1803 el presidente Thomas Jefferson envió a James Monroe y Robert Livingston a París para intentar comprar la ciudad a Francia, autorizándoles a ofrecer hasta 10 millones de dólares por ella. Mientras tanto, Napoleón había concluido que no merecía la pena el coste para Francia intentar mantener su vasto territorio norteamericano. Así que cuando Monroe y Livingstone llegaron para iniciar las negociaciones, se sorprendieron cuando Francia ofreció vender a Estados Unidos no solo Nueva Orleans, sino todo el territorio de Luisiana. Los comisionados estadounidenses no tenían autoridad para negociar tal acuerdo, pero cuando Francia ofreció todo el territorio por solo 15 millones de dólares (solo 5 millones más de lo que estaban dispuestos a ofrecer solo por Nueva Orleans), el acuerdo era demasiado bueno para rechazarlo. El 30 de abril de 1803 firmaron el Tratado de Compra de Luisiana, por el cual Estados Unidos adquiriría 828.000 millas cuadradas de tierra, a un precio de tres centavos por acre (sesenta centavos por acre en dólares corrientes). El acuerdo duplicaría el tamaño de Estados Unidos. "Esta es la obra más noble de toda nuestra vida", comentó Livingston. Cuando los comisionados regresaron a Estados Unidos con el extraordinario tratado, Jefferson quedó asombrado y encantado. Pero el camino hacia la ratificación fue todo menos fácil. Hubo objeciones muy serias a la constitucionalidad del tratado y también el inconveniente hecho de que Estados Unidos no disponía realmente de 15 millones de dólares. Pero al final, los partidarios de la compra prevalecieron, Estados Unidos pidió prestado el dinero a los financieros británicos y, el 20 de octubre de 1803 (hace doscientos veintidós años hoy) el Senado dio su consejo y consentimiento para la ratificación del Tratado de Compra de Luisiana, una de las mejores gangas inmobiliarias de la historia. "Desde hoy, Estados Unidos ocupa su lugar entre las potencias de primera fila", dijo Livingston. #archaeohistories