Partes del número de Money de hoy son las tarjetas regalo. No es por apagar el espíritu navideño, pero a menudo se abusa de la gente al usarlas. Esto es resultado de compensaciones intencionadas en un sistema complejo.
Una razón por la que hay *tan poco* abuso del sistema financiero, solo decenas de miles de millones de dólares, es que la sociedad elige contratar grandes y sofisticadas organizaciones para ser responsables de vigilar, desactivar los colmillos y reembolsar el abuso. A veces.
Esa elección tiene un coste, como BAM ha explorado en escritos sobre AML, KYC, desbancarización y otros temas.
Aunque las tarjetas regalo son un regalo básico para muchos en la clase media, un caso de uso muy importante para ellas es operar como una capa de infraestructura para personas que en gran parte no tienen bancarización o están infrabancarizadas, en parte debido a que los bancos cumplen con los requisitos AML/KYC/etc.
Los "clientes reales" de las tarjetas regalo, tanto en los grandes minoristas como en el ecosistema de servicios financieros que las apoyaba, argumentaban (legítimamente) que incorporarlas al ámbito de KYC/AML/etc afectaría negativamente la innovación en los pagos y en el servicio a los clientes con márgenes socioeconómicos.
Ese argumento prevaleció. Además, tiene un coste. Una persona de usuario, que frecuentemente existe y se aprovecha de quienes están en los márgenes socioeconómicos, es la de un estafador. Y, madre mía, cómo les encantan sus tarjetas regalo. (Y en todos los demás lugares que reciben una excepción regulatoria, como por ejemplo las criptomonedas.)
Esto resulta sumamente frustrante para los consumidores y sus defensores cuando estos son estafados usando tarjetas regalo como vía de vía, y muchas instituciones poderosas y con grandes recursos que se supone están directamente implicadas se niegan a ayudar. Esto no se explica al 100% con malicia.
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